De acuerdo con el último informe de estadísticas vitales, las víctimas
fallecidas eran de todas las edades, aunque aclaró que el 70% eran mayores de
75 años. Asimismo, reflejó que los menores de 19 años representan el 8%. En
total, en 2013 murieron 891 personas. En 2003, moría por desnutrición una
persona cada 5 horas, lo que supone 1.787 en el curso de ese año.
Causas:
De igual forma, el estudio detectó que la sub alimentación severa se da
más en hogares precarios, y en los últimos años aumentó entre la población que
vive en villas o asentamientos. Allí el riesgo alimentario infantil tiene un
carácter estructural y está muy por encima del 25%.
En este tiempo, en
la Argentina, la desnutrición es una de las causas más dramáticas e
inconcebibles de mortalidad infantil.
Y lo más complejo es
que no existe de un solo tipo. Hay varias formas de desnutrición infantil que
avanzan y se instalan en poblaciones vulnerables y rodeadas de extrema pobreza
como un mal silencioso.
Allí se suma la
confusión con las estadísticas y la dificultad de construir en el caso
argentino un mapa de la desnutrición infantil para atacar este flagelo para
siempre.
La desnutrición severa
o aguda, esa que fulmina y provoca la muerte de un niño en edad temprana de su
vida, antes de los dos años, al decir de los especialistas es la punta del iceberg de un tema
que pone en primer plano los derechos humanos de las personas y a la vez
evidencia un problema endémico mayor: estas otras formas de
desnutrición, más solapadas y crónicas, que comprometen el capital social de un
país.
No es sólo la pobreza
la que ha arrasado el país, llegando a sumergir en la miseria a la mitad de la
población. Los hogares pobres son aquellos que sus ingresos son insuficientes
para adquirir la canasta básica de alimentos más algunos gastos del hogar,
transporte y vestimenta.
Los hogares en
situación de “indigencia” son los que no ganan ni siquiera para pagar una
canasta básica de alimentos “necesarios para satisfacer los requerimientos
mínimos de los miembros del hogar, que le suministren las calorías necesarias
para realizar los movimientos moderados”, según el concepto de la OMS.
Consecuencias:
Los más afectados por
el hambre terminan padeciendo lo que los especialistas llaman el “marasmo”, un
cuadro caracterizado por “la pérdida de grasa subcutánea, intensa atrofia
muscular y de otros órganos. Tienen la cara triste y arrugada, como la de una persona
mayor”.
La carencia genera
“una angustia permanente”, provocada por la incertidumbre.
“No saber que va a pasar al día siguiente, si va a tener algo para comer
o no, puede dar lugar a la violencia, lo vemos en la sociedad, aunque la
relación no es directa. Puede dar lugar a cualquier tipo de actividad para
encontrar ese sustento, hasta el robo en los adultos”, opinó Ageno, quien alertó: ” Cuando el límite
entre la muerte y la vida ha desaparecido, qué importa morir de hambre o
delinquiendo”.